nunca fui una hermana modelo. nunca fui la mejor. lejos el peor ejemplo de todos. tres hermanas demasiado chicas, que miran sin comprender por qué me marcho dando un portazo y no me ven en los próximos dos o tres días. tres hermanas que hacen malabres y falsean la voz, que llaman a una clínica preguntando por miss d, fingiendo una madurez, una edad, que no tenían ni les correspondía tener.
y yo ahí, ni enterada, dopada. luego, la rabia. miedo, fragilidad. lo que fuera, excepto una hermana mayor como las demás. nunca la sis que aconseja, esa figura a la que admirar. au contraire, esa hermana medio loca y excéntrica a la que hay que cuidar.
los años pasan, anécdotas van, anécdotas vienen, el respeto se gana poco a poco y cierto cariño también. el tiempo pone su cuota, la distancia también. para ser sincera, mi madurez también. ocho, diez años, no son tanto tiempo, si se miran bien. el viaje da para largo.
y ahora, ellas me miran distinto.
sis #1 llegó ayer. visita anunciada, pero que cae de improviso. una nunca se espera algo así. compañerismo, confianza y algo que no sé muy bien qué es. que nunca tuvimos, y el cambio se nota, se siente. buena onda que se palpa y corta ese aire helado que me ahoga en las mañanas.
hoy volví al trabajo luego de casi una semana de licencia. sí, estuve enferma. todos me esperaban, con regalos y sonrisas. con el trabajo pendiente en dos rumas de papel y ganas de saber qué pasó, por qué.
hoy, también, sis #1 fue a mi oficina a verme trabajar. algo parecido al orgullo asomó a sus ojos. y es que resulta curioso cómo su big sis, the shy one, se hizo querer en tan poco tiempo.
ella me mira con orgullo, y curiosamente, le devuelvo la mirada, esa misma que cada mañana me mira al espejo.