ella mira sus manos con pena. y con algo de curiosidad. mira esos dedos pequeños, algo rechonchos, nunca le gustaron la forma ni el color. demasiado pálidos, cree, casi grises, amarillo-verdosos, siempre tan crítica como en todo.
ve la forma irregular de las uñas. el esmalte descascarado. sólo brillo, porque es de esas chicas que jamás se pintarían las uñas de rojo. a lo más, manicure francesa, siempre ella tan discreta.
se mira las manos con curiosidad, con asombro, como si fuera la primera vez que las contempla. las toca, las frota, acerca los ojos y se detiene en las palmas. busca líneas, imaginándose el significado de tal o cual raya. están suaves, al menos eso no ha cambiado, piensa.
marcas, cicatrices, busca algo, lo que sea, que le indique que esas manos le pertenecen. busca alguna seña que le recuerde qué pasó, dónde, con quién.
mira sus manos y no las siente propias, no reconoce esa cicatriz en el pulgar y se pregunta qué pasó con las uñas. esas uñas que cuando chica las llevaba tan cortas que casi ni se veían. luego, las uñas largas, cuidadosamente pintadas. hoy no están, en su lugar unas uñas feas, pálidas, tristes, apagadas.
igual que ella, piensa y así cómo empezó, de la nada, deja de mirarse las manos.
deja de mirarse las manos y escribe este post.