acaba de llamar mi viejo. está en lima, sabías? dos llamadas diarias para controlar que no me haya suicidado. o por lo menos, que logre levantarme de la cama y tomar esa -mágica- pastilla. regresan mañana. él, su mujer, y mi hermanastra. todos muy amorosos, llaman mañana y noche, preguntando por mí, cómo voy, si me siento así o asá, etc. el viaje ya estaba programado para cuando enfermé. demasiado tarde para cancelar. ahora, pienso, deben estar aterrados. pensando en qué encontraran a su regreso.
yo estoy bien. bueno, en realidad no, pero lo intento. todos los días tomo mi pastilla y hago el esfuerzo. jueves, viernes, sábado, muy bien. domingo, empiezo a decaer. lunes, no logro levantarme de la cama. hoy, martes, me esfuerzo, lo intento, lo logro. me levanto de la cama y salgo a comprar. las cinco cuadras más largas de mi vida. pero, por fin, llego al santa isabel, y compro coke light para ver si me despierto.
regresando al departamento, dos llamadas. sucesivas. primero, mi abuela. luego, mi padre. todos peocupados, yo falseando la voz, fingiendo estar mejor. aparentando un (falso) optimismo. inventando planes inexistentes para que se dejen de preguntar. sólo quiero dormir y estar en paz.
por fin se acaba este feriado largo y mañana tendré que madrugar. para ir a trabajar. siempre fui de lo más responsable. así que si debo ir, allá estaré. y si me preguntara alguien, diré que no acepté la licencia que me sugirió el doctor. porque, mal que mal, es ese maldito trabajo el que me obliga a levantarme cada mañana. eso o nada. y la nada me asusta. así que sigo haciendo un esfuerzo sobrehumano y voy a trabajar. lo que sea para no dejarme caer sin luchar. depresiva funcional. demasiado orgullosa como para dejarme vencer por este agujero negro que me va tragando el pecho.